Mencionando diversos aportes y tópicos, queremos anotar que la cuestión de la filosofía latinoamericana en estas tres décadas ha dado origen a importantes direcciones especulativas y teóricas. En todas estas diversas expresiones, más allá de sus innegables diferencias y matices, se ha intentado responder de una forma rigurosa a la cuestión de una filosofía latinoamericana, y en todas ellas me parece que la cuestión de la reflexión y de la crítica surge como una cuestión central para entender un nuevo modo de entender la filosofía en los contextos sociales y culturales de nuestros países.
Quiero partir indicando que la pregunta que nos convoca en esta Mesa, desde mi perspectiva exige responder a partir de las marcas históricas que este pensar tiene para nosotros los pensadores chilenos, y para decirlo al modo de una problemática que hizo famosa Husserl, refiere directamente al mundo de la vida en el que se inserta la filosofía en América Latina, tanto para aquellos que valoran esta perspectiva investigativa como para aquellos que sostienen que esta formulación es un contrasentido. Cualesquiera sea la posición asumida, la cuestión acerca de una tal filosofía no ha dejado indiferentes a los filósofos chilenos ni latinoamericanos en las últimas décadas.
Como los demás colegas que me precedido, ya han hablado con muchísima propiedad de lo que ha acontecido con las diversas tradiciones de este pensar: tanto en la tradición histórica de los cronistas jesuitas expulsados del continente, en la filosofía decimonónica, como en las diferentes corrientes filosóficas de las primeras décadas del siglo XX, daré por presupuesta todas estas referencias al modo de un contexto y me concentraré en las cuestiones referidas a esta filosofía latinoamericana en estas últimas tres décadas, siguiendo en parte mi propia experiencia intelectual vivida en mi primera formación filosófica que coincidió con los primeros tiempos de régimen militar. No sé si en los otros países se habrá dado con la misma intensidad las tensiones entre una filosofía académica universitaria y una propuesta en el marco de una filosofía latinoamericana, pero quisiera relevar que en ese Chile de los años 70, preocuparse del tema de un “filosofar latinoamericano” no tenía ningún lugar dentro del espacio académico formal, y para muchos jóvenes estudiantes que nos formábamos en la disciplina filosófica, esta búsqueda de un pensar impregnado desde los contextos histórico-culturales, se debía realizar enteramente fuera de los cursos universitarios .
La respuesta adecuada a esta pregunta entonces está enraizada claramente a los diferentes contextos sociales, culturales y políticos donde se ha practicado nuestro quehacer en nuestras universidades y el sentido que se le ha dado a ella en las sociedades latinoamericanas. Empero, es importante indicar que ya existen relevantes teorías que han intentado clarificar esta problemática, donde es menester mostrar el papel significativo de algunas obras claves y de ciertos autores latinoamericanos que no podemos soslayar ni silenciar el impacto de sus obras.
Hace más de tres décadas, el aporte clave fue del filósofo peruano Augusto Salazar Bondy quien titulaba una pequeña obra en forma de pregunta; allí se planteaba ¿Existe una filosofía de Nuestra América?. Esta interrogante, aunque él la respondió negativamente, ha sido reformulada de diferentes maneras, y es interesante revisar las pluriformes respuestas que se han dado a esta cuestión en el curso de estos treinta últimos años. Haciéndose pronto eco de esta interrogante, respondía al poco tiempo, el mexicano Leopoldo Zea con su libro La filosofía americana como filosofía sin más. Este debate forma parte de la polémica más significativa acerca de este punto en los años 70. Pero, no sólo fue ésta una discusión sólo entre un filósofo peruano y un mexicano, porque esta interrogante también tuvo enorme eco y fue respondida desde diferentes países de acuerdo a los procesos emancipadores de los 70. Por mencionar uno que ha marcado fuertemente es el que se levantó en el contexto politizado argentino, donde tuvo gran relevancia el Manifiesto en pos de una filosofía de la liberación, que se ha hecho canónico en las décadas siguientes con la obra del argentino Enrique Dussel, sin lugar a dudas éste es el proyecto filósofo más prolífico y universal que han generado los filósofos latinoamericanos contemporáneos.
Con el pasar de los años, esta postura liberadora se ha decantado, matizado y se han generado nuevas formas de pensamiento alternativo en Argentina: se han añadido la respuesta de Arturo Andrés Roig, donde la filosofía latinoamericana se la ha entendido como una teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, o se ha destacado el carácter “inculturado” de la filosofía latinoamericana. Asimismo, en los últimos años se le ha agregado la perspectiva de una filosofía intercultural, tal como lo propone el filósofo cubano Raúl Fornet-Betancourt, que prosigue una línea de una filosofía arraigada en el pensamiento indígena y popular, tal como la propuso desde los 60, Rodolfo Kusch. Entre nosotros chilenos, habría que destacar sobre todo el aporte de los colegas Eduardo Devés y Carlos Ossandón, y del extinto Mario Berríos, un perpicaz estudioso del mundo popular .
Mencionando estos diversos aportes y tópicos, queremos simplemente anotar que la cuestión de la filosofía latinoamericana en estas tres décadas ha dado origen a importantes direcciones especulativas y teóricas. En todas estas diversas expresiones, más allá de sus innegables diferencias y matices, se ha intentado responder de una forma rigurosa a la cuestión de una filosofía latinoamericana, y en todas ellas me parece que la cuestión de la reflexión y de la crítica surge como una cuestión central para entender un nuevo modo de entender la filosofía en los contextos sociales y culturales de nuestros países.
La cuestión de la filosofía latinoamericana exige me parece una profundización respecto de las diversas formas que asumen las racionalidades al interior de las culturas, en el que es preciso destacar que el saber, la reflexión y la reconstrucción crítica surge por doquier en las diversas formas de entender el pensar filosófico. La filosofía latinoamericana en esta rápida panorámica filosófica de los últimos treinta años nos permite entender en su plena complejidad el entramado del pensar, pero no como algo exclusivo de la filosofía, ya que el pensar requiere ampliarse al conjunto de las racionalidades presentes en las ciencias sociales y humanas, que de un modo u otro, han reflexionado, en un nexo entre explicación y comprensión, acerca de los paradigmas de la modernización, de la modernidad y de la identidad cultural, por mencionar tres temas relevantes de estos últimos años. En este sentido, quisiera partir indicando que la cuestión de la existencia de la filosofía latinoamericana que nos convoca en esta Mesa acerca de filosofía latinoamericana, presupone responder por una filosofía que mantiene también relaciones muy profundas con la sociología, con la economía, la teoría política, y actualmente con la teoría de la comunicación.
Pero la cuestión referida al pensamiento crítico latinoamericano abre una interrogante más crucial, que me parece que a veces queda oculta entre los filósofos y los cientistas sociales; a veces, existe una precomprensión de la racionalidad como algo exclusivo de las ciencias y de las racionalidades estructuradas a partir de una lógica científica: para decirlo de otro modo, hay un tipo de incomprensión acerca del espacio propio de la conciencia reflexiva y crítica en las culturas latinoamericanas como si ella fuera algo que se reduce únicamente a los intelectuales profesionales. Justamente nuestra mirada apunta a cuestionar esta idea, de manera que un aporte del pensamiento crítico sería justamente ir a la inversa del modo practicado por las tendencias cientificistas y logicistas antes señaladas. Sostenemos que no se puede desconocer de ningún modo el papel de la reflexión, de la crítica y de la construcción de un conocimiento entre los diferentes tipos de sujetos que actúan y cuestionan la realidad social y cultural latinoamericana, pienso por ejemplo en las autoridades indígenas, en los líderes de los movimientos campesinos; en este sentido, me interesó la idea Miguel Rojas Mix acerca de los jesuitas Cronistas del siglo XVIII, que en su pensar de exiliados se trasunta un trabajo como “filósofos”, pero habría que proseguirlas en las diversas formas reflexivas y críticas que ha dado el exilio en estas tierras de permanente diáspora. El pensar es parte de una actividad cultural que está presente en las diferentes tradiciones culturales, y lo que cabe es mostrar como se despliegan estas diversas formas en los contextos.
Para concluir esta introducción quisiéramos explicitar nuestra hipótesis: considerando la rica y contemporánea productividad intelectual, vinculada a tradiciones propias y perspectivas multidisciplinarias, se trata de entender que todos estos conceptos aludidos acerca del pensar son problemáticos, queremos sugerir que el tipo de respuesta depende en buena parte de lo que mentemos efectivamente por cada una de estas categorías; ello nos permitirá esbozar una respuesta positiva acerca de la existencia compleja y variada del pensamiento latinoamericano actual, y por otra seremos conducidos a reducir la distinción tajante que se ha querido levantar entre la “filosofía” y la “sabiduría”, el “logos” y el “mito” dentro de la tradición científico-racionalista de Occidente, y que en nuestro medio universitario ha querido diferenciar de un manera abrupta el pensamiento de la filosofía.